Uno de los motivos del miedo que despiertan estos inofensivos insectos, es la prolongación en punta de su abdomen que tienen sus hembras, algo que a simple vista muchos confunden con un aguijón. Evidentemente no es un aguijón. No puede serlo, porque los dípteros no tienen aguijón; eso es cosa de los himenópteros (abejas y demás).
Una característica curiosa común a todas las moscas —y la típula lo es— es la utilidad de los halterios. Estos órganos son dos a modo de alfileritos invertidos que salen del abdomen, justo tras las alas. Cuando el animal vuela, los halterios también se agitan, pero debido a la inercia de sus puntas más pesadas (la punta del alfiler), cuando la típula cambia la dirección del vuelo, los halterios continúan por un instante oscilando en el mismo plano. Esta diferencia de planos de oscilación, entre las alas y los halterios, crea una tensión en la cutícula del abdomen (justo en el punto de inserción) que es detectada por unas diminutas células sensoriales. Éstas envían la información al cerebro, el cual comprende que se está desviando del rumbo y puede realizar las correcciones necesarias.
Las típulas suelen frecuentar lugares humedos, donde depositan sus huevos. Las larvas habitan en el agua, en el suelo, en madera o sobre las hojas de algunas plantas.
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